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miércoles, 7 de noviembre de 2012

CAPITULO TERCERO: Compañeros


         Han pasado tres años desde aquel día. Mi adaptación fue algo más lenta de los esperado, el apoyo de los profesores y  de mis compañeros de colegio fueron transcendentales para ello y para poder sobreponerme de la incertidumbre de los primeros días en que, lógicamente, echaba de menos a mi familia y a mi casa.
         Durante esos años fui haciendo amigos como Paula, mi compañera de habitación y con la que compartí confidencias y secretos.
Patricia que consiguió su ingeniería industrial y empezó a prepararse para otra especialidad científica. Recuerdo con agrado que en algunas ocasiones,  los fines de semana que quedábamos pocos alumnos en la escuela, Patricia nos llevaba su casa y pasábamos una noche divertida en compañía de  su madre; Teresa una mujer encantadora,  que fue modelo en sus años mozos y que ahora tenía un taller de costura. Nos preparaba un excelente chocolate caliente con unos pastelillos de mazapán que eran típicos de su pueblo Consuegra en Toledo y del que nos pasábamos horas escuchando historias y leyendas,  sobre todo del Quijote.
Con José, que solo con acordarme de la gran bata blanca que llevaba puesta el primer día que entré en el colegio aún me hacen sonreír. No me equivoqué en absoluto al pensar ese día que debía ser el chico travieso del colegio, nos divertíamos al máximo con sus ocurrencias y sus diabluras que parecía que no tuvieran fin.
Otros compañeros compartían las aulas con nosotros. Siempre pensé que educar a niños que sus temas de conversación solían ser la conjetura de Brich y Swinnerton o la hipótesis de Rienmann, entre otras muchas de ese estilo y oír hablar de Maxwell y Gödel y otros por estilo debía resultar agotador para los profesores, pero la mayoría ellos también habían sido genios precoces en su infancia y me imagino que debían conocer de primera mano las consecuencia de convivir con ellos. 
         Los profesores fueron esenciales para conseguir mi adaptación, sobre todo la señorita Carmen Farer la subdirectora y mi tutora personal, ella fue quién guió mis pasos en todo momento, me acogió como una hija. Recuerdo que dábamos largos paseos por un pequeño bosque de encinas que se encontraba en la parte de atrás del edificio central, justo al lado de las casas de los profesores o nos sentábamos en unos bancos al lado de un pequeño lago artificial donde, cuando hacía buen tiempo,  practicábamos natación, buceo y piragüismo. En estos paseos la señorita Farer me instruía sobre aspectos que no trabajábamos en clase con los demás alumnos, aspectos de la vida y de lo esencial que era estar bien preparado en caso de que surgieran dificultades. Al principio me extrañaba esta aptitud que, aparentemente,  no compartía con otros alumnos, solo conmigo, pero terminé por acostumbrarme. Después de algún tiempo empecé a pensar que mi estancia allí estaba un poco fuera de lugar, pues aunque reconozco que soy inteligente no llego ni por ensueño al nivel y a la capacidad intelectual de mis compañeros. La señorita Farer se ocupaba de no dar importancia a este hecho diciéndome que cada uno aportaba a “nuestra pequeña sociedad”,  como ella lo llamaba, lo que llevaba dentro y lo que yo llevaba dentro seguro que era mucho más importante que toda la sabiduría de mis compañeros.
Recuerdo que siempre que se refería a mí en estos términos, se dibuja en su rostro una sonrisa que no podía o no quería ocultar:
-      - Tu tienes otras capacidades que ellos no tienen y las irás encontrando según vaya pasando el tiempo.
El camino para encontrar esas cualidades no te será fácil, por eso estas aquí para instruirte y que sepas asimilarlas cuando las encuentres. Tus compañeros van a ser transcendentales en tu vida van a formar parte de ella irremediablemente. Tienes que fijarte bien en ellos y en qué es lo que se están especializando y para qué pueden serte útiles. Tienes una obligación vital con ellos y es crear lazos que deben ir afianzándose en el tiempo. Todas las personas que trabajan en el centro tienen relación directa contigo, estúdialos detenidamente.
Aún es pronto para que comprendas todo, pero ya es hora de que tu misma vayas buscando respuestas.
Francamente en ese momento no sabía ni por ensueño a qué se refería.
 Pasó algún tiempo para que lo pudiera comprender y comprobar la razón que la señorita Farer tenía.
Comencé desde entonces a analizar uno a uno a mis compañeros y siguiendo las indicaciones de mi tutora, en qué se estaban especializando, buscaba el por qué habrían de serme útiles a mí unos genios que se estaban especializando en campos tan diversos:

Paula: Física cuántica, se ocupaba de diferentes teorías. Tenía comunicación directa con redes de información confidencial, nadie sabía como tenía acceso a ese tipo de información.

Patricia: Ingeniería industrial, ingeniera aeroespacial. Todo su interés estaba puesto en el diseño de todo tipo de aparatos, sobre todo satélites de telecomunicaciones, en una ocasión se la llevaron durante un par semanas y cuando vino dijo que había estado en la NASA. No nos lo creímos.

Raúl: Ingeniero informático y de sistemas de computación, teoría de autómatas, inteligencia artificial, reconocimiento de patrones o redes neuronales diseño de algoritmos, lenguajes de computación, ingeniería del software. Su profesor era Roberto que nos enseñaba a todos informática y era un hombre excepcional.

Joseph: Se especializó en telecomunicaciones y aunque no era oficial todos pensábamos que algún profesor oculto le enseñaba técnicas de investigación y rastreo porque se enteraba de absolutamente todo lo que pasaba en el colegio. Era un conseguidor nato, podía busca y encontrar cualquier cosa que se le pidiera.

William: Las matemáticas eran para él como un juguete para un niño. Buceaba en libros, en internet. Sus especialidades eran: álgebra, análisis matemático, aritmética, geometría, lógica matemática, matemáticas aplicadas y discretas, teoría de números y topología.

Virgil: Era delegado de clase como William y su especialidad era el diseño de sistemas de seguridad estudiaba para ello todo tipo de sistemas de comunicación, cámaras de todo tipo y siempre se le veía en el laboratorio trajinando con rayos laser de todos lo colores. También se especializó en mecánica.

Julien: Su especialidad era la química, se dedicaba al estudio de química orgánica e inorgánica, bioquímica, química analítica y neuroquímica.

Peter: Estudiaba arquitectura devoraba planos de edificios. Le encantaba escrutar planos de edificios antiguos y averiguar dónde se encontraban los pasadizos secretos, buscar huecos escondidos que no encajaban en los planos, decía que allí siempre había algún escondrijo y posiblemente un tesoro o un muerto. Era muy fantasioso con estas cosas.

Pilar: Idiomas. Conocía y hablaba a la perfección casi todos los idiomas importantes conocidos, estudiaba sin cesar dialectos de todos los continentes, algunos ya desaparecidos. Se la veía emitir extraños sonidos intentando reproducir la dicción original. Las únicas lenguas que se le atragantaban un poco eran las antiguas leguas joisanas africanas. Nos reíamos mucho con ella cuando nos la cruzábamos en el pasillo e iba emitiendo chasquidos con la lengua, nadie se podía imaginar que estaba hablando un idioma khoisán.

Mary C.: Se especializó en medicina y farmacología. Le encantaba sobre todo estudiar todos los tipos de venenos naturales y artificiales. Ella era la única que tenía acceso a una parte del invernadero donde había una cantidad considerable de plantas venenosas. Se especializó en el estudio de todos sus antídotos.

Toñi: Planos y más planos, bidimensionales, y tridimensionales ocupaban la pantalla del ordenador de Toñi, estudiaba topografía y siempre llevaba una gran lupa en la frente para escudriñar los planos de todo tipo y que casi siempre llevaba enrollados debajo del brazo.

Giulia: Giulia estudiaba técnicas de investigación, criminalística antropología analítica, antropología científica, etc. Era la única que tenía acceso, aparte de los profesores, a una sala donde había animales, nunca nadie más que ella entraba en esa sala. Todas nos temíamos que hiciera experimentos con ellos aunque siempre lo negara.

Y…. José mi gran amigo, el diablillo del colegio que estudiaba varias de las disciplinas que hacían mis compañeros pero su especialidad era la lógica. Su ocupación principal era la aplicación de la lógica en todos sus sentidos a cualquier formulación que se le presentaba.
Todos mis compañeros resultarían transcendentales en mi vida, como dijo la señorita Farer. Pero él sería, sin lugar a dudas, la pieza más importante y decisoria de todo lo que estaba por acontecer en el futuro. 
Estos eran mis compañeros con los que tenía más trato. Había otros en otras aulas y disciplinas con los que apenas hablábamos y era una incógnita para nosotros saber a qué se dedicaban.
Los profesores eran siempre los mismos, con los que más trato tenía era con la Srta. Farer, Roberto, el Sr. Sugar y otros tantos que se ocupaban de cada materia que se desarrollaba en el centro.
Yo no tenía una especialidad clara, me dedicaba a estudiar un poco de todo; prácticamente era un resumen de los estudios de todos mis compañeros terminé la carrera de derecho internacional porque simplemente ninguno de ellos lo hacía.
Aparte de las asignaturas que antes he mencionado la señorita Farer se ocupaba de aleccionarme en otras materias que ningún otro alumno cursaba; dicción, protocolo, supervivencia en medios extremos, artes marciales y de defensa y manejo de diferentes armas de fuego y construcción armas rudimentarias. Me tenían prohibido hablar de estas prácticas con ninguno de mis compañeros, ninguno de ellos conocía esa vertiente de mí educación. Ni siquiera yo conocía hasta qué punto sería importante para mí conocer estas habilidades. Pensé en más de una ocasión que estaban preparándome para ser una espía; y me encantaba la idea, pero nada más lejos de la realidad.
En el centro también trabajaban otras personas; estaba el personal de comedor que se componía de una cocinera y dos ayudantes. Además del personal de administración y limpieza.
Había un extraño personaje que entró a trabajar algunos pocos días después de yo ingresara en el centro. Se llamaba Ángel y se ocupaba del mantenimiento, era un hombre fornido, serio apenas hablaba con nadie. Curiosamente siempre me lo encontraba en casi todos los sitios donde yo estaba. Incluso cuando daba mis paseos con la Srta. Farer, él invariablemente se encontraba cerca reparando o construyendo algo. No me causaba temor cuando me cruzaba con él, aunque nunca intercambié ni una palabra, al contrarío su robusto cuerpo me ofrecía seguridad. Nadie lo sabía pero yo siempre pensé que era el hombre que conducía la furgoneta y que supuestamente acompañaba a Desmond el día que venía con mis padres para ingresar en la escuela.

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