Han
pasado tres años desde aquel día. Mi adaptación fue algo más lenta de los
esperado, el apoyo de los profesores y de
mis compañeros de colegio fueron transcendentales para ello y para poder
sobreponerme de la incertidumbre de los primeros días en que, lógicamente,
echaba de menos a mi familia y a mi casa.
Durante
esos años fui haciendo amigos como Paula, mi compañera de habitación y con la
que compartí confidencias y secretos.
Patricia que consiguió su ingeniería industrial y empezó
a prepararse para otra especialidad científica. Recuerdo con agrado que en
algunas ocasiones, los fines de semana
que quedábamos pocos alumnos en la escuela, Patricia nos llevaba su casa y
pasábamos una noche divertida en compañía de su madre; Teresa una mujer encantadora, que fue modelo en sus años mozos y que ahora
tenía un taller de costura. Nos preparaba un excelente chocolate caliente con
unos pastelillos de mazapán que eran típicos de su pueblo Consuegra en Toledo y
del que nos pasábamos horas escuchando historias y leyendas, sobre todo del Quijote.
Con José, que solo con acordarme de la gran bata
blanca que llevaba puesta el primer día que entré en el colegio aún me hacen
sonreír. No me equivoqué en absoluto al pensar ese día que debía ser el chico
travieso del colegio, nos divertíamos al máximo con sus ocurrencias y sus
diabluras que parecía que no tuvieran fin.
Otros compañeros compartían las aulas con nosotros. Siempre
pensé que educar a niños que sus temas de conversación solían ser la conjetura
de Brich y Swinnerton o la hipótesis de Rienmann, entre otras muchas de ese
estilo y oír hablar de Maxwell y Gödel y otros por estilo debía resultar
agotador para los profesores, pero la mayoría ellos también habían sido genios
precoces en su infancia y me imagino que debían conocer de primera mano las
consecuencia de convivir con ellos.
Los
profesores fueron esenciales para conseguir mi adaptación, sobre todo la
señorita Carmen Farer la subdirectora y mi tutora personal, ella fue quién guió
mis pasos en todo momento, me acogió como una hija. Recuerdo que dábamos largos
paseos por un pequeño bosque de encinas que se encontraba en la parte de atrás
del edificio central, justo al lado de las casas de los profesores o nos
sentábamos en unos bancos al lado de un pequeño lago artificial donde, cuando
hacía buen tiempo, practicábamos
natación, buceo y piragüismo. En estos paseos la señorita Farer me instruía
sobre aspectos que no trabajábamos en clase con los demás alumnos, aspectos de
la vida y de lo esencial que era estar bien preparado en caso de que surgieran
dificultades. Al principio me extrañaba esta aptitud que, aparentemente, no compartía con otros alumnos, solo conmigo,
pero terminé por acostumbrarme. Después de algún tiempo empecé a pensar que mi
estancia allí estaba un poco fuera de lugar, pues aunque reconozco que soy
inteligente no llego ni por ensueño al nivel y a la capacidad intelectual de
mis compañeros. La señorita Farer se ocupaba de no dar importancia a este hecho
diciéndome que cada uno aportaba a “nuestra pequeña sociedad”, como ella lo llamaba, lo que llevaba dentro y
lo que yo llevaba dentro seguro que era mucho más importante que toda la
sabiduría de mis compañeros.
Recuerdo que siempre que se refería a mí en estos
términos, se dibuja en su rostro una sonrisa que no podía o no quería ocultar:
-
- Tu tienes otras capacidades que ellos no tienen y las
irás encontrando según vaya pasando el tiempo.
El camino para encontrar esas cualidades no te será
fácil, por eso estas aquí para instruirte y que sepas asimilarlas cuando las
encuentres. Tus compañeros van a ser transcendentales en tu vida van a formar
parte de ella irremediablemente. Tienes que fijarte bien en ellos y en qué es
lo que se están especializando y para qué pueden serte útiles. Tienes una
obligación vital con ellos y es crear lazos que deben ir afianzándose en el
tiempo. Todas las personas que trabajan en el centro tienen relación directa
contigo, estúdialos detenidamente.
Aún es pronto
para que comprendas todo, pero ya es hora de que tu misma vayas buscando
respuestas.
Francamente en ese momento no sabía ni por ensueño a qué se refería.
Pasó algún
tiempo para que lo pudiera comprender y comprobar la razón que la señorita
Farer tenía.
Comencé desde entonces a analizar uno a uno a mis
compañeros y siguiendo las indicaciones de mi tutora, en qué se estaban
especializando, buscaba el por qué habrían de serme útiles a mí unos genios que
se estaban especializando en campos tan diversos:
Paula: Física
cuántica, se ocupaba de diferentes teorías. Tenía comunicación directa con redes
de información confidencial, nadie sabía como tenía acceso a ese tipo de
información.
Patricia: Ingeniería
industrial, ingeniera aeroespacial. Todo su interés estaba puesto en el diseño
de todo tipo de aparatos, sobre todo satélites de telecomunicaciones, en una
ocasión se la llevaron durante un par semanas y cuando vino dijo que había
estado en la NASA. No nos lo creímos.
Raúl: Ingeniero
informático y de sistemas de computación, teoría de autómatas, inteligencia
artificial, reconocimiento de patrones o redes neuronales diseño de algoritmos,
lenguajes de computación, ingeniería del software. Su profesor era Roberto que
nos enseñaba a todos informática y era un hombre excepcional.
Joseph: Se especializó
en telecomunicaciones y aunque no era oficial todos pensábamos que algún
profesor oculto le enseñaba técnicas de investigación y rastreo porque se enteraba
de absolutamente todo lo que pasaba en el colegio. Era un conseguidor nato,
podía busca y encontrar cualquier cosa que se le pidiera.
William: Las matemáticas
eran para él como un juguete para un niño. Buceaba en libros, en internet. Sus
especialidades eran: álgebra, análisis matemático, aritmética, geometría,
lógica matemática, matemáticas aplicadas y discretas, teoría de números y
topología.
Virgil: Era delegado
de clase como William y su especialidad era el diseño de sistemas de seguridad
estudiaba para ello todo tipo de sistemas de comunicación, cámaras de todo tipo
y siempre se le veía en el laboratorio trajinando con rayos laser de todos lo
colores. También se especializó en mecánica.
Julien: Su
especialidad era la química, se dedicaba al estudio de química orgánica e
inorgánica, bioquímica, química analítica y neuroquímica.
Peter: Estudiaba arquitectura
devoraba planos de edificios. Le encantaba escrutar planos de edificios
antiguos y averiguar dónde se encontraban los pasadizos secretos, buscar huecos
escondidos que no encajaban en los planos, decía que allí siempre había algún
escondrijo y posiblemente un tesoro o un muerto. Era muy fantasioso con estas
cosas.
Pilar: Idiomas.
Conocía y hablaba a la perfección casi todos los idiomas importantes conocidos,
estudiaba sin cesar dialectos de todos los continentes, algunos ya
desaparecidos. Se la veía emitir extraños sonidos intentando reproducir la
dicción original. Las únicas lenguas que se le atragantaban un poco eran las
antiguas leguas joisanas africanas. Nos reíamos mucho con ella cuando nos la cruzábamos
en el pasillo e iba emitiendo chasquidos con la lengua, nadie se podía imaginar
que estaba hablando un idioma khoisán.
Mary C.: Se
especializó en medicina y farmacología. Le encantaba sobre todo estudiar todos
los tipos de venenos naturales y artificiales. Ella era la única que tenía
acceso a una parte del invernadero donde había una cantidad considerable de
plantas venenosas. Se especializó en el estudio de todos sus antídotos.
Toñi: Planos y más
planos, bidimensionales, y tridimensionales ocupaban la pantalla del ordenador
de Toñi, estudiaba topografía y siempre llevaba una gran lupa en la frente para
escudriñar los planos de todo tipo y que casi siempre llevaba enrollados debajo
del brazo.
Giulia: Giulia
estudiaba técnicas de investigación, criminalística antropología analítica,
antropología científica, etc. Era la única que tenía acceso, aparte de los
profesores, a una sala donde había animales, nunca nadie más que ella entraba en
esa sala. Todas nos temíamos que hiciera experimentos con ellos aunque siempre
lo negara.
Y…. José mi gran amigo, el
diablillo del colegio que estudiaba varias de las disciplinas que hacían mis
compañeros pero su especialidad era la lógica. Su ocupación principal era la
aplicación de la lógica en todos sus sentidos a cualquier formulación que se le
presentaba.
Todos mis compañeros resultarían transcendentales en
mi vida, como dijo la señorita Farer. Pero él sería, sin lugar a dudas, la pieza
más importante y decisoria de todo lo que estaba por acontecer en el futuro.
Estos eran mis compañeros con los que tenía más trato.
Había otros en otras aulas y disciplinas con los que apenas hablábamos y era
una incógnita para nosotros saber a qué se dedicaban.
Los profesores eran siempre los mismos, con los que
más trato tenía era con la Srta. Farer, Roberto, el Sr. Sugar y otros tantos
que se ocupaban de cada materia que se desarrollaba en el centro.
Yo no tenía una especialidad clara, me dedicaba a
estudiar un poco de todo; prácticamente era un resumen de los estudios de todos
mis compañeros terminé la carrera de derecho internacional porque simplemente
ninguno de ellos lo hacía.
Aparte de las asignaturas que antes he mencionado la señorita
Farer se ocupaba de aleccionarme en otras materias que ningún otro alumno cursaba;
dicción, protocolo, supervivencia en medios extremos, artes marciales y de
defensa y manejo de diferentes armas de fuego y construcción armas
rudimentarias. Me tenían prohibido hablar de estas prácticas con ninguno de mis
compañeros, ninguno de ellos conocía esa vertiente de mí educación. Ni siquiera
yo conocía hasta qué punto sería importante para mí conocer estas habilidades.
Pensé en más de una ocasión que estaban preparándome para ser una espía; y me
encantaba la idea, pero nada más lejos de la realidad.
En el centro también trabajaban otras personas; estaba
el personal de comedor que se componía de una cocinera y dos ayudantes. Además
del personal de administración y limpieza.
Había un extraño personaje que entró a trabajar
algunos pocos días después de yo ingresara en el centro. Se llamaba Ángel y se
ocupaba del mantenimiento, era un hombre fornido, serio apenas hablaba con
nadie. Curiosamente siempre me lo encontraba en casi todos los sitios donde yo
estaba. Incluso cuando daba mis paseos con la Srta. Farer, él invariablemente se
encontraba cerca reparando o construyendo algo. No me causaba temor cuando me
cruzaba con él, aunque nunca intercambié ni una palabra, al contrarío su
robusto cuerpo me ofrecía seguridad. Nadie lo sabía pero yo siempre pensé que
era el hombre que conducía la furgoneta y que supuestamente acompañaba a
Desmond el día que venía con mis padres para ingresar en la escuela.
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